Reseñas
Los inicios de un festival que muestra continuaciones de lo que se vio en anteriores episodios. En esta recta final parece ser que falta cada vez poco para que llegue el momento que todos esperan, pero se hace rogar.
A tus ojos, a tus orejas
El primer tramo del capítulo se centra en la confianza en sí mismo que tiene Kaede Komura, pues no es muy seguro de su propio aspecto. Ante sus ojos solo es alguien normal, que no destaca demasiado con respecto a sus compañeros. Eso mismo se ejemplifica con un simple arete, el cual cree que no le quedaría bien, eso es para personas más extrovertidas y no para él.
Es en un pequeño encuentro con Mie Ai en clases que comienza a imaginarse como se vería con los oídos perforados, el cual piensa que le quedarían muy bonitos. En concordancia, los preparativos para el festival estaban en proceso, donde ambos personajes están a cargo de hacer manualidades con fieltro y algodón.
Asimismo, una charla entre este par lleva a que Mie afirme que Komura se vería bien con aretes, en la que con un simple comentario siente que su autoestima subió un poco más. Esa misma noche se debatió si debía ponerse algunos. No sucederá, pero el impacto de las palabras de su aún “amiga” fue lo que necesitaba.
Un héroe sin capa, pero con zapatos
Un nuevo día, y toca hacer las preparaciones del evento en el gimnasio. Komura y algunos compañeros más deciden quedarse para tener todo terminado a tiempo. Sin embargo, Mie debe irse temprano por su toque de queda. Su chocolate peligra si desobedece. Todo iba relativamente bien, pero los celos de Ai se hacen notar al ver como Someya, alguien que fue introducida recientemente, se acerba a Kaede.
Mientras, Komura se pregunta y por ende, golpea a sí mismo por imaginar que Mie se queda más tiempo para que puedan irse a casa juntos, la hora pasa. Ante los nervios y la presión de la familia de Ai, hacen que se vaya a ojos de Kaede, quien siempre la tiene en el rabillo de su ojo. En las prisas por volver, la chica se pone el calzado de educación física en vez de los zapatos tradicionales.
Komura a todo esto, no dejó de seguirla, hasta ve y toma aquellos zapatos correctos para llevárselos. No corre detrás suyo, solamente se limita a velar para que no tenga ningún accidente. Es así que al llegar a casa, Mie es regañada por su madre. Aunque Komura podría haberla salvado, se echa para atrás y toma la decisión de entregarle sus zapatos al día siguiente.
Sin embargo, en un pequeño acto de nobleza y valentía, Komura se da media vuelta y toca el timbre. Al hablar con la madre de Mie, crea una mentira blanca para que su compañera se salve de un castigo mayor. Un acto que tendrá su premio más adelante, pero de momento solo será el regreso silencio de un héroe por la noche.
Me pierdo dentro de tu mirada
Ya en el día del festival, Komura se entera por ensayos que todos escribieron y dejaron en el salón de clases, sobre algunas cuestiones familiares sobre Mie. Sobre todo de su padre, el cual la consiente bastante. En el gimnasio, donde se exhiben las manualidades de fieltro, está Ai quien se asombra por la simple pelota que Kaede hizo. No tiene nada de especial, pero ella no puede quitarle sus anteojos de encima.
En pleno acto escolar, ambos salen afuera, uno detrás de la otra. Ahí hablan sobre los informes que escribieron y demás. Toca aquel juego de miradas que apareció anteriormente, aunque hay una particularidad y es que eso se hacía solo en los casos de que Mie no llevara sus lentes. Esta vez si los lleva, pero aún así quiere hacerlo sin importar nada.
Finalmente, ambos se miran el uno al otro, lo que da paso a un par de visuales que demuestran como Komura Kaede ve a Mie Ai. Alguien con una linda sonrisa que hace convirtió sus simples días en acontecimientos especiales.
A poco de terminar la temporada, se pueden sacar algunas conclusiones. El autoestima de Komura no es muy estable, pero aún así se mantiene lo suficientemente fuerte para afrontar sus vergüenzas y sus sentimientos. Por su lado, Mie, sabe y conoce sus defectos. Eso no hace que deje de divertirse y pasarla lo mejor posible. No se encierra en su torpeza, sino que está dispuesta a aceptarse por más que a veces decaiga.