Reseñas
[bloques texto=’Esta reseña sobre Tate no Yuusha no Nariagari contiene spoilers. Si no has visto el capítulo, te recomendamos hacerlo y después regresar a leer la reseña. ‘]
Capítulo 20: “Batalla decisiva entre el bien y el mal”
En el capítulo de la semana anterior de Tate no Yuusha no Nariagari, los eventos se retoman en el momento en el que los cuatro héroes y sus compañeros son encerrados en el hechizo de la catedral. En el exterior, mientras los héroes luchan contra el líder de la Iglesia, la reina se dirige al fin con sus tropas para apoyarlos.
Tras un primer ataque conjunto fallido, Naofumi decide usar el escudo de la ira, que desata una batalla interior en el héroe. Por suerte, las voces de Raphtalia, Filo y Melty lo alcanzan y consigue dominar la ira.
El líder de la Iglesia de los Tres Héroes prepara un ataque de gran nivel a costa de la vida de sus propios acólitos. Ante esto, Naofumi pide ayuda a los otros héroes y realizan un nuevo ataque organizado. Sin embargo, el pontífice logra completar el hechizo y ponerlos en jaque. Es gracias a un conjuro de la reina, desde el exterior, que Naofumi logra reponerse y vencer al enemigo. Las consecuencias son terribles: el héroe del escudo ha usado su propia sangre en el ataque y se halla gravemente herido.
Análisis: Intensa acción, intensa emoción
En líneas generales, este capítulo de Tate no Yuusha no Nariagari se ha desarrollado con una intensidad narrativa bastante decente. El clímax de la batalla contra el pontífice y sus seguidores y su resolución final han aligerado la sensación de pesadez de capítulos anteriores. Las acciones han sido rápidas y coherentes, y todo lo interesante se ha aglutinado en el episodio. Si pudiera describirlo con una palabra sería, en efecto, intenso. Intenso en el buen sentido, y emocionante. La catarsis estaba servida con elementos tan interesantes y bien amalgamados.
Hay tres marcos de batalla, sumergidos uno dentro del otro. Así, hay un apoyo exterior de la reina y los fieles del papa, que suministran fuerza a sus combatientes. En el núcleo de la “catedral”, el sacerdote lucha contra los héroes y sus compañeros. Y en el corazón de Naofumi hay una batalla interior. Además, no son batallas aisladas, sino en constante interacción. De este modo, la reina le da al héroe del escudo los segundos que necesita para su ataque final; o en la batalla contra la ira, las voces de Raphtalia, Filo y Melty son determinantes.
Mártires, ira y sangre
Uno de los ejes que vertebran el capítulo es la sangre, metáfora del sacrificio. Frente a frente, dos bandos enemigos presentan sus ideas irreconciliables sintetizadas en el concepto del mártir:
Los acólitos del pontífice dan su vida para entregarle poder y vida a este. Naofumi, su némesis, es el mártir que entrega su sangre para salvar la vida de los que están con él. Todos se entregan a uno, uno se entrega a todos. La escena no puede ser más clara.
En cuanto a la irrupción violenta de la sangre, me parece un acierto estético y narrativo. Con ello se logra un mayor dramatismo, se rompe el mundo amable que conocemos de Tate no Yuusha y se crea un contraste. En este sentido, un mundo con momentos crueles es un mundo adulto, que rompe con lo infantil, más emocionante y más “real” (el término correcto es “verosímil”).
También es de interés resaltar el contenido visual de la sangre de Naofumi, que a efectos de significado, lo convierte en el verdadero mártir. Tanto el líder de la Iglesia como él estallan en una fuente de sangre (bastante exagerada y gore, pero que defiendo); la diferencia, sin embargo, reside en el hecho de que la sangre de uno termina con la del otro. En cualquier caso, el rostro desencajado del pontífice mientras es triturado era necesario.
En definitiva, se ha sabido explotar toda una simbología que nos es culturalmente conocida -los conceptos de “mártir” y “sacrificio de sangre” proceden del cristianismo- y se le ha dado una nueva dimensión.
Por otro lado, respecto a la lucha interior de Naofumi contra la ira, cabe destacar el equilibrio que le da la victoria. Quiero decir, se enfrenta a un nivel de ira más agudo – de hecho, Naofumi experimenta la caída del héroe, pierde contra sus sentimientos oscuros-; sin embargo, y del mismo modo, también sus lazos con otras personas están en un nivel superior. Melty, Filo y Raphtalia equilibran y superan la balanza, lo recuperan y lo inducen a un nuevo estado. Ahora Naofumi ha vencido a su demonio interior y ha ganado control sobre esa habilidad. En lo espiritual, también sale reforzado, y es por ello que al fin es capaz de pedir la colaboración a los otros tres héroes. Es por lo tanto, un doble crecimiento, interior y de poder.
Sobre los otros héroes, y en especial, Motoyasu
Pues parecía imposible, pero Motoyasu ha logrado aplacar mi rechazo hacia él y que revise su concepto. A este respecto, ya se me comentó que, en la novela, la motivación del héroe de la lanza no es el egoísmo sino la confianza ciega, pero he de recordar que la reseña se centra en el desarrollo exclusivo del anime, y si este no transmite bien la idea, no la plasmaré.
Me refiero al momento en el que Motoyasu se ruboriza como un colegial inocente ante Naofumi. En ese instante sí podemos hacer una lectura distinta de su personalidad. El problema es que, sin motivación egoísta, eso lo nómina a tonto del año en estereotipos del Isekai. Esas mejillas incendiadas y su tímida miradita hacia el suelo…Ha sido muy raro.
Respecto a la idea de que los otros héroes son seres infantiles frente a Naofumi, creo que me veo reforzada. Itsuki, Ren y Motoyasu no tienen un principio de esfuerzo, miden el poder como algo superficial y etiquetado en el nivel. Todo lo que no esté encajonado en esos patrones, les provoca una reacción inmadura. Si los superan, en lugar de autocrítica, optan por la rabieta. Por ello, acusan al héroe del escudo de hacer trampa. Al final, entre los berrinches de unos y los pómulos colorados del otro, da la impresión de que acabarán por unirse al elenco de waifus de Naofumi (estilo tsundere, claro).
Avanzar
Por mucho que me pese, tengo que dejar partir al Naofumi rebelde, a ese héroe oscuro que caminaba en el delgado abismo del bien y el mal.
Es una reflexión necesaria que me lleva a aceptar la amabilidad natural del protagonista. Su carácter confiado le fue robado por la traición, y ahora vuelve a expresar luz. Dejarlo para siempre en las sombras no habría sido lógico, el personaje avanza. Naofumi no era oscuro, lo obligaron. Sus lazos con Melty, Raphtalia y Filo son más profundos y valiosos que fama y cientos de seguidores superficiales, porque ellas no siguen al héroe del escudo, sino a Naofumi, la persona. Filo, el amor inocente, se comerá sus males. Melty, el apoyo intelectual, aceptará su complejidad humana. Raphtalia, el amor profundo, cortará su tristeza.
Capítulo 21: “El retorno triunfal de Naofumi”
Tras tres días durmiendo y un mes de recuperación, todavía con secuelas, Naofumi se reúne con la reina y al fin se desvelan incógnitas. De este modo, la reina Mirellia le cuenta que, en su ausencia, su marido convocó a los cuatro héroes a pesar de haberse decidido que se haría conjuntamente entre todos los reinos. También le desvela que el rey lo odia por un héroe del escudo anterior a él. Por último, le confiesa por adelantado el veredicto del juicio a Mein y Aultcray.
En el juicio, se desmuestra que Naofumi es inocente de todos los cargos de los que lo acusaron y que Mein mintió. Dados los graves cargos, se les condena a muerte al padre y a la hija. Sin embargo, el héroe impide la ejecución a cambio de ponerles un nuevo y ridículo nombre: Bitchie y Escoria.
Finalmente, se despide de Melty y se marcha del castillo con Filo y Raphtalia, no sin antes prometer que colaborará para luchar contra las olas.
Análisis: Restauración del honor
El capítulo 21 de Tate no Yuusha no Nariagari ha sido la respuesta completa a todos los problemas que se iniciaron en el primer episodio. Tras un largo camino de penalidades, esfuerzo y crecimiento personal, el héroe del escudo, Naofumi, logra demostrar su inocencia.
En esa estructura circular, la pérdida del honor del héroe se cierra en el momento en el que dicho honor le es restituido. A este respecto, la comparación más inmediata que se me viene a la mente no es un anime, sino de la épica antigua; esto es, el Cid Campeador. Sí, una obra literaria del siglo XII o XIII puede guardar una similitud en su historia con algo tan alejado en el tiempo y el modo de contarse.
Es interesante la huella de las historias en el tiempo; cómo sus guiones se readaptan, pero en la raíz tenemos por herencia o coincidencia una serie de temas que se repiten. Rescato al Mío Cid porque su trama también va sobre la restauración del honor, los engaños de nobles corruptos, la envidia, y el odio injustificado de un rey. Es muy curioso, salvando las evidentes distancias. Quizás la clave de por qué los comparo se halle en que, igual que Rodrigo Díaz de Vivar, el héroe del escudo obtiene justicia y no venganza.
El juicio es uno de los sucesos más interesantes del capítulo, creo que ha sido impecable (aunque le han puesto un punto lascivo a los gritos de Mein que sobraba). En este sentido, la reina aparece como un personaje íntegro que encarna al buen soberano, es una jueza imparcial aunque le tiemblen las manos mientras condena a muerte a su propia familia.
La reina
Hemos conocido la figura del mal soberano, aquel que se deja llevar por sus rencores personales y usa el poder en su propio beneficio. Aultcray, aunque convencido de la necesidad de sus acciones, se opone a la reina Mirellia. Esta encarna la justicia y el sentido del deber y la ética del buen gobernante. De la misma forma, sus hijas Melty y Malty (Mein), representan la responsabilidad y la bondad frente al egoísmo y la codicia respectivamente.
La importancia y el protagonismo del personaje de la reina comenzaba a perfilarse ya en el capítulo 20, pero ha sido en este en el que ha tenido un papel fundamental. Su función es la de traer justicia al héroe. Lo salva de morir, sana sus heridas, prueba su inocencia, restituye su honor y trata de agasajarlo. Sin embargo, tal y como Naofumi sabe apreciar, la reina es una estratega brillante que no deja cabos sueltos y no hay gratuidad absoluta en sus acciones. En todo momento, mira por el bien de Melromarc, y tiene la clara intención de retener en su reino al héroe del escudo. Del mismo modo, la refundación de la Iglesia en una religión que adore a los cuatro héroes- más allá de las consecuencias positivas para Naofumi- responde a un deseo político de estabilidad y nuevas relaciones con otros reinos.
Por otro lado, la dureza emocional y su dignidad ante el sufrimiento me han conmovido. En general, las grandes reinas son personajes que admiro mucho, y Mirellia tiene todas las cualidades. Sin más, la añado a personajes favoritos de la serie.
Justicia, no venganza
Naofumi obtiene su reparación en un proceso legal, la condena a muerte del rey y la princesa está justificada. No obstante, el héroe del escudo logra dar un último paso respecto al pasado y supera cualquier deseo de venganza.
Definitivamente, Naofumi está integrando todos los valores del héroe verdadero, ha aprendido a valorar lo importante, se ha sobrepuesto a su propio rencor y ha sido capaz de mostrar compasión por aquellos que trataron de acabar con él. Además de esto, en el preciso momento en el que reconoce que su “deber” es colaborar contra las olas, podemos decir que ha entrado ya en su etapa de madurez como héroe. El deber por el deber es una máxima ética que muestra una importante evolución psicológica. Por supuesto, esto siempre ha existido en él, pero la aceptación verbal es determinante.
La lectura del proceso judicial, por su parte, subraya la evidente lección moral en la historia: la justicia repara, la venganza destruye, toda la verdad sale a luz en el momento idóneo. He disfrutado con el juicio en este sentido.
Una vez más, “el demonio del escudo”: Bitch y Escoria
También he disfrutado en el juicio con las muecas de dolor y los alaridos de Mein (no tengo las cualidades del buen héroe). Todo seguidor de la serie llevaba desde el capítulo dos de Tate no Yuusha esperando el momento en el que se descubrieran las obvias maquinaciones de la princesa, rodeada de corruptos y tontos que se negaban a la verdad. La exposición detallada de todas y cada una de las mentiras de Mein, sus súplicas ridículas ante el patíbulo y el rechazo de Motoyasu han sido instantes deliciosos. Todo ello, en un escenario en el que el rey conserva algo de moral y dignidad mientras ella grita, gime y retuerce el rostro, haciendo honor a su nuevo nombre.
En este mismo escenario, el pueblo adopta un papel uniforme y plano, voluble y carnavalesco. Tan pronto ven excesivo el castigo como vitorean la ejecución. La inocencia de Filo da en la clave al percibirlo todo como un festejo, pero además hace temblar a Naofumi en su fuero interno, lo mueve a actuar. Siendo un teatro grotesco, el héroe adopta su papel una vez más, y como “demonio del escudo”, se gana al público para, entre burlas, salvarles la vida. Respecto al castigo, estoy encantada, es una exquisitez y no podría pedir más.
En adelante, y por imperativo legal en Melromarc, esta reseña tendrá que llamar Bitch a Mein y Escoria al rey.
Un nuevo ciclo
La reflexión final de Naofumi cierra una etapa. La historia se abre ahora a crecer con nuevas tramas y personajes, nuevas relaciones entre los héroes y la posibilidad de explorar otros reinos (por favor).
Es además una reflexión preciosa, intensa, madura y realista. Tras la sentida despedida de Melty, Naofumi lo explica: “No creo que lo haya recuperado.”-[el honor]-“Ni quiero hacerlo.” Su lucha es por el deber y los seres queridos que ha logrado en ese mundo, y lo que ha ganado no se mide en fama, riqueza ni honor.
Esperaremos con ansias el desarrollo de lo que está por venir.